La Copa Mundo FIFA 2014 no fue una empresa hecha por los brasileños y menos una oportunidad para repensar con la creatividad propia de quienes han sido los mayores contribuyentes de la materia prima (jugadores) que ha enriquecido y hecho perdurable el producto de mayor consumo en la industria del entretenimiento, y por efecto, los valores diferenciales con los cuales el holding deportivo FIFA selecciona, impone y viste su arquetipo de negocio prefabricado.
El dosiere Copa Mundo FIFA, llegado de Suiza, la sede central, convoca a sus países socios a cumplir unos requisitos preestablecidos sin permitir exigencias de ROI (retorno de la inversión) para las soluciones sociales internas como contraprestación al monumental esfuerzo económico de la nación sede.
Todo el formalismo sobre el montaje y desarrollo de la empresa está reglamentado y por lo tanto, de estricto cumplimiento: diseño de estadios, infraestructura urbana, transporte masivo, suministro de alimentos, bebidas oficiales, bienes deportivos, cupos de boletería por ciudad, venta de productos licenciados en los estadios, derechos de imagen en TV y nuevos medios, y hasta un manual de seguridad creado en el frío edificio de la FIFA en Zurich.
¿Por qué tan obediente aceptación de un modelo económico preestablecido?
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