MecuidoMás

“Yo, Colesterol: Un diálogo entre la ciencia, el ejercicio y yo”

OÍR este contenido. Audio producido con IA Wondershare Filmora.

Quizás me veas como un adversario, pero no lo soy del todo. Entenderme mejor podría ser el inicio de una relación que nos permita coexistir de forma más saludable.

Yo, Colesterol: Esencial y, a la vez, riesgoso

Soy una sustancia de grasa natural, un componente fundamental en cada una de tus células. Mi presencia es vital para el correcto funcionamiento de tu organismo. La mayor parte de mí se produce en tu hígado, aunque también me incorporas a través de ciertos alimentos que consumes.

Mi labor es crucial: participo en la formación de los ácidos biliares, indispensables para la digestión de las grasas. Además, los rayos del sol me transforman en vitamina D, esencial para proteger tu piel de agresiones químicas y prevenir la deshidratación. A partir de mí, también se generan hormonas importantes, como las sexuales y las tiroideas.

Yo, Colesterol: ¿Por qué se me señala como una amenaza?

Cuando mis niveles en tu sangre se elevan, se produce la hipercolesterolemia (superando los 200 mg/dl). La ciencia ha demostrado que si mis concentraciones alcanzan los 240 mg/dl, tu riesgo de sufrir un infarto de miocardio se duplica en comparación con quienes mantienen niveles cercanos a 200 mg/dl.

Si tus células no logran absorberme completamente mientras circulo por tu torrente sanguíneo, el exceso tiende a depositarse en las paredes de tus arterias. Esta acumulación contribuye a su progresivo estrechamiento, un proceso que conocemos como aterosclerosis: el endurecimiento de las arterias debido a la acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias en sus paredes.

Es importante que sepas que, si padeces ateromatosis (la formación de placas de colesterol y depósitos grasos en las paredes arteriales) y logras mantener mis niveles en sangre muy bajos, puedo incluso desplazarme desde la pared arterial nuevamente hacia la sangre para ser eliminado. Por esta razón, mis “enemigos”, la ciencia y el equipo médico, recomiendan enfáticamente a los pacientes que han sufrido infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares causados por mi “trabajo” mantener cifras muy bajas de mí, en un intento por limpiar sus arterias.

¿Por qué para algunos soy beneficioso y para otros perjudicial?

Mis principales “antagonistas”, la ciencia y los médicos, me describen como un transportador que se une a dos tipos de partículas llamadas lipoproteínas. Estas interactúan durante mi viaje a través de tu sangre, mientras soy trasladado desde el intestino o el hígado hacia los órganos que me necesitan.

Las lipoproteínas de baja densidad (LDL) son las encargadas de transportarme, recién sintetizado por el hígado, hacia todas las células de tu cuerpo.

En cambio, las lipoproteínas de alta densidad (HDL) son las que me recogen cuando no he sido utilizado y me devuelven al hígado para su almacenamiento o excreción a través de la bilis, un líquido producido y secretado por el hígado y almacenado en la vesícula biliar.

Basándose en esta interacción, la ciencia me clasifica en dos categorías:

Se me conoce como Colesterol Malo cuando, al unirme a las partículas LDL, me deposito en las paredes de las arterias y contribuyo a la formación de las placas de ateroma.

Y soy considerado Colesterol Bueno cuando, al unirme a las partículas HDL, soy transportado de vuelta al hígado para ser eliminado.

¿Cómo puedes minimizar mi riesgo en tu vida?

Mis mayores adversarios, la ciencia y su equipo médico, insisten en que puedes evitar que mis niveles totales superen los 200 mg/dl (hipercolesterolemia) siguiendo estas recomendaciones clave:

Una alimentación equilibrada y baja en grasas saturadas: La dieta mediterránea es especialmente beneficiosa, ya que su aporte de grasas proviene principalmente de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados presentes en el pescado y los aceites de oliva y de semillas. Además, enfatiza el consumo de vegetales, legumbres, cereales, hortalizas y frutas.

Un programa regular de ejercicio aeróbico: Actividades como caminar, correr suavemente, andar en bicicleta o nadar, realizadas a una intensidad moderada (65-70 por ciento de tu frecuencia cardíaca máxima) de tres a cinco veces por semana, son muy efectivas. Este hábito dinámico eleva los niveles de HDL (colesterol bueno) y reduce los de LDL (colesterol malo) y triglicéridos.

Sé que puedes lograrlo. Si tomas esta decisión por tu salud y calidad de vida, ha sido un placer darme a conocer: Atentamente, Yo Colesterol❞.


RESPONSABILIDAD TEMÁTICA:
Este artículo ha sido elaborado por profesionales de la salud y editado por comunicadores digitales. Se ofrece solo con fines informativos y no sustituye la consulta médica. Para cualquier duda o problema de salud, acuda a su médico.

RECOMENDACIÓN:
Para mayor ilustración sobre colesterol y riesgo cardiovascular, recomendamos consultar a,
Fundación Española del Corazón

Biblioteca Nacional de Medicina

Author

Deporte & Negocios es la plataforma digital que une la economía y la industria del deporte con las habilidades de gestión necesarias para navegar los desafíos y aprovechar las oportunidades de los mercados hiperconectados. deporteynegocios.com

Comments are closed.

Total
0
Share
X

¿Olvidaste la contraseña?

Únete a nosotros