Los deportes siempre están ahí. Unas veces son como un conector social; otras, una vía de escape. La pandemia afecta y obliga a repensar la gestión de los negocios del deporte.
Autores: Ben Lyttleton es consultor y autor de seis libros, entre ellos Edge: Leadership Secrets of Football’s Top Thinkers.
Puede que queramos que las cosas vuelvan a ser como antes, pero es poco probable que lo hagan. Si, cuando nos pongamos a pensar en lo que esperamos del deporte en el futuro, fuéramos capaces de centrarnos en todas las cosas positivas que nos aporta fuera del campo, en lugar de en aquellas que nos irritan, quizás, que las cosas no vuelvan a ser como antes podría ser algo bueno”.
Una vez que se han cancelado todos los eventos deportivos que teníamos en el horizonte y una vez analizadas las reacciones de los directivos, jugadores y de las organizaciones deportivas, ¿qué hacemos con los miles de millones de aficionados de todo el mundo? Sí, la vida sigue, pero con menos diversión y colorido. Para muchos, un mundo sin deporte es un mundo en blanco y negro.
Puede que la pregunta que toca hacerse sea la siguiente: si solo nos percatamos de verdad de la presencia del deporte en nuestras vidas cuando nos falta, ¿qué puede decirnos esta temporada de sequía sobre esta actividad, sobre nosotros mismos y sobre nuestros héroes? ¿Qué podemos aprender que nos ayude a seguir adelante cuando la crisis haya pasado?
El deporte cumple distintas funciones para cada uno de nosotros. Por tanto, el parón actual nos afecta de formas muy diversas. En lo que a mí se refiere, sólo ahora he entendido cuánto ritmo da el fútbol a mi actividad semana, y cuánto consuelo encuentro. Sin importar lo que pase en mi vida, los deportes siempre están ahí. Unas veces son como un conector social; otras, una vía de escape.
El deporte está entretejido en nuestra cultura. Y aunque no soy el único que los echa de menos, me siento más solo que antes. ¿Qué he perdido? El sentido de comunidad, de pertenencia y de socialización que tengo cuando los practico con amigos o cuando los veo en su compañía. Me he quedado sin ese hilo narrativo continuo y cargado de expectación que siempre está de fondo (nadie piensa que el Liverpool, que actualmente lidera la Premier League con 25 puntos de ventaja, vaya a perderla si se reanuda la competición, pero ¿y si…?).
Nos hemos quedado sin el deporte como cohesionador de la sociedad. También echo de menos el drama de lo impredecible de las competiciones en directo, la liberación emocional que suponen, y el puro entretenimiento. Como apuntaba Jorge Valdano, ex entrenador del Real Madrid, filósofo y columnista, en unos de sus últimos artículos para El País, «el fútbol es una gloriosa simulación de la realidad«.
En la misma columna, Valdano también lamentaba la miopía “y la falta de sentido de la proporción” del fútbol, obstinado en resolver los aspectos comerciales del juego sin darse cuenta de su intrascendencia frente al virus, y recordaba la historia de un marinero, que se tira al mar para salvar a un niño que se está ahogando. Una semana después, una mujer se le acerca y le pregunta: «¿Eres el hombre que salvó a mi hijo?» «Sí, señora», le responde él modestamente. «Entonces, eres la persona que busco”, contesta ella. «¿Dónde está la gorra del chico?».
Llenando los vacíos
Como explica la empresa londinense SportsPro, sin deporte «todos estamos en una periodo de protocolos indefinidos». La vida se reduce a lo necesario y a la rutina.
Pero nuestra actitud y hábitos frente al deporte están cambiando. En medio del confinamiento, los artilugios para hacer deporte en casa se están convirtiendo en algo habitual. El entrenador británico Joe Wicks está dando clases de fitness a través en YouTube: en la primera tuvo más de 3 millones de visitas.
El gaming online también está recibiendo un impulso importante; la NASCAR ya había movido ficha en año pasado para lanzar una temporada de e-Sports antes de que apareciera el coronavirus, y, el pasado mes de febrero, se dio comienzo al Tercer Campeonato Mundial de e-Sailing, con más de 170.000 participantes.
Leyton Orient FC, un equipo de las ligas inferiores de fútbol inglés, ha anunciado un torneo mundial de e-sports, #ultimatequaranteam, del popular videojuego FIFA 20, en el que han acabado participando 128 clubes de toda Europa.
Cada vez más deportistas están encarnando la profecía de Tom Vernon, el dueño del club de fútbol danés Nordsjælland, quien dijo que la grandeza se acabaría definiendo por la forma en que los jugadores utilizaran su influencia para impulsar del cambio social. Según Vernon, encontrar un propósito y seguirlo es una forma de medir el éxito.
Estrellas del fútbol como Leon Goretzka, Marcus Rashford y Ashley Young han demostrado durante la pandemia que son socialmente conscientes al utilizar su fama para recoger donaciones o para difundir la importancia de cumplir con el distanciamiento social. Y las organizaciones deportivas están recaudando fondos para apoyar distintas causas, como es el caso del proveedor de uniformes de las Grandes Ligas de Béisbol, que está transformando los jerséis en máscaras y batas médicas.
Hacer lo correcto
Igual que las empresas han pasado a estar en el centro de todas las miradas, y tienen que demostrar que su misión y su propósito son más que palabras olvidadas en una web corporativa, los grandes clubes de fútbol también están bajo un fuerte escrutinio.
En Reino Unido, sede de la Premier League, una de las competiciones de fútbol más seguidas y que mueven más dinero del mundo, el debate es, cada vez, más encarnizado. ¿Deben aceptar los clubes, que pagan a sus jugadores y entrenadores salarios multimillonarios, ayudas del gobierno para pagar al resto de su personal? ¿Estarán los jugadores y entrenadores de acuerdo en recortar sus sueldos?
Estas cuestiones están ocupando muchos titulares y grandes debates en el Reino Unido, ya que los políticos han comenzado a señalar a los clubes.
Dos grandes nombres de la Premier League, el Liverpool y el Tottenham Hotspur, anunciaron su decisión de cesar a parte de su plantilla y solicitar al Gobierno que cubriera el 80% de los salarios. La protesta de la opinión pública no se hizo esperar y, ambos equipos, dieron marcha atrás.
¿Qué pasará cuando el deporte vuelva a nuestras vidas, sea en el momento que sea? ¿Nos importará menos? ¿Deberían importarnos menos? ¿Cuándo volveremos a llenar los estadios?
La realidad es que hemos cambiado nuestros hábitos para adaptarnos a una nueva realidad, y no nos ha llevado mucho tiempo hacerlo.
Aunque las viejas costumbres volverán en algún momento, por ahora, sentimos una renovada sensación de perspectiva. Por ejemplo, ¿a quién le importa realmente el VAR, el controvertido árbitro asistente de vídeo que se introdujo en la Premier League este año y a cuyo análisis e impacto en la calidad del juego se le dedica horas y hectáreas de papel de periódico?
Y, lo que es más importante, ¿empezaremos a ser más exigentes con nuestras instituciones deportivas de lo que lo hemos sido hasta ahora? Tampoco deberíamos olvidarnos de los dueños de los clubes que no han tratado bien a su personal y a aquellos que se burlaron de las directrices de salud pública.
El ex entrenador de la selección italiana de fútbol, Arrigo Sacchi, dice que “el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes en la vida».
El presente nos recuerda lo que realmente merece la pena: la familia, las relaciones, las conexiones personales, el propósito, la compasión (definitivamente, el VAR, no).
Puede que queramos que las cosas vuelvan a ser como antes, pero es poco probable que lo hagan. Si, cuando nos pongamos a pensar en lo que esperamos del deporte en el futuro, fuéramos capaces de centrarnos en todas las cosas positivas que nos aporta fuera del campo, en lugar de en aquellas que nos irritan, quizás, que las cosas no vuelvan a ser como antes podría ser algo bueno.
FUENTE CONSULTADA:
Strategy and PWC
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